jueves, 29 de mayo de 2014

Encarnación, Petronilo y demás

Un compañero mío de instituto se llamaba Encarnación, aunque él prefería que lo llamasen Óscar y así se lo hacía saber a todo el mundo. Decía que en su pueblo, de la provincia de Toledo, era habitual que los hombres llevaran nombres como Encarnación o Mercedes, y que allí no extrañaba. A nosotros, sus compañeros, sí que nos extrañaba y no perdíamos ocasión para hacérselo ver. Si bien siempre lo llamábamos Óscar, en ocasiones en público le gritábamos: ¡Encarna, Encarna! ¡Qué crueles!, ¿verdad?

Pedro, un compañero de trabajo que se acaba de jubilar, en realidad se llama Petronilo… y nos hemos enterado hace nada. Toda la vida llamándolo Pedro y resulta que su nombre de pila es Petronilo.

Un conocido mío, brasileño él, se llama Airam. Cuando le preguntan por el origen de su nombre, poco conocido en España, cuenta que sus padres esperaban una niña y que ya habían pensado en ponerle Maria. Luego, llegó él, un niño, y le pusieron ese nombre, pero al revés. Es decir, que Maria y Airam son bifrontes (ver Amor y Roma).

Hay en mi barrio una plaza que tiene el nombre de Cristino Martos. No sé quién es, o era, ese señor, porque me imagino que es, o era, un hombre, pero así de entrada ya me cae simpático. Solo por el nombre, poco habitual en un hombre, al menos en España.

Lo mismo me pasa con Evo Morales. Y también con Margarito, un personaje de una serie mexicana de televisión. No sé si en América serán nombres muy habituales para hombres, pero en España no. A los españoles, Evo y Margarito nos parecen la ‘traducción’ al masculino de Eva y Margarita.

Y me agrada Verónico Martínez (visto en El País, 09/06/2013).

Y me cautiva Dositeo Cuenca de Lamo, propietario y fundador de Flightec, empresa que fabrica embalajes de alta protección (visto en 'Cajas para artilugios delicados', de Pepe Varela, en El País Negocios, 23/06/2013).

Y Anatolio Alonso, estudiante que sacó una nota media de 9,95 en selectividad (visto en 'La vida normal de un número uno’, de Antonio Nieto, en El País, 25/06/2013).

Para llevar un nombre poco común, hay que ser de una pasta especial, ¿verdad?

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