miércoles, 9 de enero de 2013

Una vaca no es una baca

Hoy voy a hablar de otra curiosidad de la lengua española: frases que se pueden decir pero no escribir. ¡Ah! ¿Que eso no puede ser? Pues prepárate, porque te vas a sorprender.

Te voy a contar una historia. Esto era un ganadero al que se le había enfermado una vaca. Como no lograba localizar al veterinario de urgencias para que acudiera inmediatamente a la explotación ganadera, decidió llevarla a la consulta veterinaria él mismo. A falta de otro medio de transporte, decidió utilizar su propio coche. Total, tres kilómetros enseguida están hechos. Con gran esfuerzo consiguió subirla a la baca del coche y arrancó. Pero los hados no estaban de su parte aquel día. Ya fuera porque iba un poco más rápido de lo normal, porque la vaca era demasiado pesada o porque la baca no estaba bien sujeta, el caso es que, en la segunda curva, el coche derrapó y ambas /bákas/ se cayeron a la cuneta.

Si esta historia te la contaran por teléfono, seguramente le dirías a tu interlocutor que se lo acaba de inventar, que es imposible subir una vaca a la baca del coche, que ¿de qué vas, tío?… En fin, que la historia te sorprendería, pero no habría ninguna, digamos, sorpresa lingüística que te chocara.

Pero, imagínate que se trata de un dictado de la escuela, que es la última prueba del último curso y que no te puedes permitir ningún error si quieres entrar en el instituto al año siguiente. Algo así como tirar el último penalti en el partido decisivo para subir a primera. ¿Qué harías? ¿Cómo escribirías /bákas/? ¿Con b o con v? ¡Datis de cuestion!, que decía aquel… La respuesta es que no se puede escribir de ninguna de las dos maneras. Aunque normalmente 'vaca' y 'baca' se pronuncian igual, se escriben diferente: una, el animal, es con v y la otra, con b. No hay forma correcta de escribirlo.

Me dirás: ¡qué rebuscado eres!; ¡no creo que nadie vaya a utilizar jamás esta expresión en su vida! Y yo te daré la razón: ¿una vaca en una baca?; eso no se ve ni en los dibujos animados. Pero da lo mismo. El razonamiento es igual de válido.

Y, para convencerte, tengo otro ejemplo perfectamente real y de rabiosa actualidad. Vamos con él. La selección española de fútbol basa su éxito en el centro del campo: Xabi Alonso, Busquets, Xavi Hernández, Mata, Cazorla, Cesc…, y algunos más que seguro me olvido, forman un conjunto de futbolistas excelente. Pero, indiscutiblemente, el eje central lo forman los dos /ʃábis/. ¿Cómo lo ponemos? ¡Imposible!

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