miércoles, 30 de julio de 2014

Superferolítico y otros brebajes

¡Curioso! Nunca antes había oído ni leído esta palabra y, en poco más de un año, la he leído ya tres veces, en dos libros distintos. Uno es 'Me hallará la muerte', de Juan Manuel de Prada, en el que lo he leído dos veces:

El hombre le pidió un coñá, quizá intimidado por la panoplia de botellas de formas superferolíticas o mariconiles que se alineaban en el mueble-bar.

El pope de la mesa contigua ya se sabía diana de sus burlas, pero aún perseveró en su jerga superferolítica [...]

Y el otro es 'Pasos sin huellas', de Fernando Bermúdez de Castro:

Barnes es un encantador barrio londinense. No tiene la prestancia de otros más superferolíticos, pero no puede negarse su gracia casi bucólica.

¡Tres en un año! Curioso, ¿no?

Dice el diccionario que superferolítico significa excesivamente delicado, fino, primoroso. ¡Pues eso será!

Este segundo libro del que hablo, el de Bermúdez de Castro, está repletito de palabras raras, al menos para mí, palabras que no había visto nunca y que, por lo tanto, no he usado en la vida. Y quiero mencionarlas aquí porque son especiales a mi modo de ver, por su sonoridad, por su contundencia, también por su belleza. Ahí van.

Emascular:
— […] ¿te he dicho alguna vez que eres hijo de padre emasculado?
— […] Un insulto aparentemente propio de un imbécil, pero que no lo es, ya que al llamarme hijo de tal padre se pone en duda su masculinidad y se llama ramera a mi madre.

Emascular significa capar, y lo he oído hace poco también en una serie de televisión sobre crímenes.

Coruscante:
— […] todas mis obras literarias… se caracterizan por un hedonismo explosivo y coruscante.

Coruscante significa que brilla, y es, dice el diccionario, un adjetivo poético.

Flébil:
— […] limitóse a echar humo por su flébil nariz y a guiñarme un ojo.

Es otro adjetivo poético que significa lamentable, triste, lacrimoso.

Zaquizamí:
—Sabia amiga mía, yo nunca pisaré ese sucio y rocambolesco zaquizamí del subsuelo de la rue de l'Eperon. Me llenaría de piojos.

Significa casilla o cuarto pequeño, desacomodado y poco limpio.

Lipemaníaco:
[…] Respondí, no muy cortésmente, que en mi opinión Antonio se había suicidado porque toda su vida había sido un lipemaníaco, un mimado de la fortuna y un inepto para saborear los bienes que esa fortuna le había dispensado.

Lipemaníaco es alguien que padece lipemanía, y lipemanía es melancolía, monomanía caracterizada por la tristeza.

Sandio:
¿Quién demonios puede afirmar que un cisne no piensa? ¿No pensamos los hombres, aun los más sandios?…

Un sandio es un necio o simple.

No sé si tendré la oportunidad de usar estas palabras alguna vez, pero me parece que, si lo hago, me veré obligado a añadir un sinónimo o una explicación, porque me temo que no sean conocidas de mucha gente. Si llego a utilizarlas en algún momento, prometo contarte la reacción de mis interlocutores. Y si lo haces tú, cuéntalo también. Tengo curiosidad por ver qué reacciones se dan.

miércoles, 23 de julio de 2014

Enmimismamiento

¿Por qué, cuando estoy recogido en mí mismo, pensando en mis cosas, estoy ensimismado y no enmimismado?

¿Por qué, cuando estoy tan metido en algo que no atiendo a otra cosa, estoy enfrascado y no entarrado?

¿Por qué, cuando me estoy vistiendo con la ropa de fiesta un sábado, me estoy endomingando y no ensabadando?

¿Por qué, cuando estoy muy empeñado en algo, me estoy emperrando y no engatando?

¿Por qué, cuando estoy halagando a alguien para conseguir algo de él, lo estoy engatusando y no emperrusando?

¿Por qué, cuando me pongo muy pero que muy terco, estoy erre que erre y no jota que jota?

¿Por qué, cuando me estoy mojando todo y más, me estoy empapando y no enmamando?

¿Por qué, cuando dos equipos de fútbol tienen el mismo número de goles, están empatando y no empiernando?

¿Por qué, cuando estoy adornando a alguien con profusión y esmero, lo estoy emperejilando y no enajando?

¿Por qué, cuando estoy cargando con una obligación ingrata, estoy apechugando con ella y no amuslando con ella?

¿Por qué, cuando estoy amedrentando a alguien, lo estoy amilanando, y no aflorenciando?

¿Por qué, cuando mantengo mi opinión a todo trance, me mantengo en mis trece, y no en mis catorce?

¿Por qué, si vivo sin reparar en gastos, con fausto y opulencia, vivo a todo tren, y no a todo barco?

¿Por qué, cuando voy a toda velocidad, voy a toda leche, y no a todo vino?

¿Por qué, cuando no tengo dinero, estoy sin blanca, y no sin colorada?

¿Por qué, cuando quiero divertirme con el lenguaje, no voy a poder inventarme las palabras y expresiones que yo quiera?

Pues eso.

miércoles, 16 de julio de 2014

Gafería

El sufijo -ería (y sus compinches -ero y -era) es uno de los más activos en español: zapatería, pastelería, panadería, ferretería, joyería, carnicería, droguería, carpintería, fontanería… Es solo una muestra del gran número de palabras que designan establecimientos especializados en determinados productos o servicios.

Si hay un ámbito en el que este sufijo se ha mostrado especialmente activo y productivo en los últimos tiempos, es el de los servicios vinculados a la restauración, a las cosas de comer, vamos.

Junto a las cafeterías y cervecerías de toda la vida, primero empezaron a aparecer las bocadillerías, que, se supone, estaban especializadas en bocadillos, aunque también tenían de todo un poco.

Más tarde vinieron las sandwicherías, dedicadas a los sándwiches, un bocadillo de otra manera.

Más adelante, cuando las bocadillerías ya proliferaban, surgieron las bocaterías, que en vez de bocadillos servían bocatas. ¡Una forma como otra cualquiera de tratar de diferenciarse de la competencia!

En algún momento, aparecieron las taperías, especializadas en tapas.  

Y también alguna croquetería.

Y alguna taquería.

Y, en el ámbito de la restauración correspondiente a lo líquido, surgieron las vermuterías.

Y también las ronerías.

Además, hemos visto aflorar alguna trufería, especializada en trufas y chocolates varios.

Pero no solo van surgiendo estas neodenominaciones en el ámbito de la restauración. Un ejemplo:


¿A que sabes perfectamente qué es una gafería? Claro que sí. Y eso es así porque los hispanohablantes tenemos plena conciencia de qué significa el sufijo    -ería.

Si esta tendencia de intentar diferenciarse de la competencia inventando nuevas denominaciones persiste, no descarto que podamos llegar a ver en algún momento una farmacia reconvertida en medicamentería. No estaría mal, ¿verdad?

miércoles, 9 de julio de 2014

Acasamatada

Encontrar la palabra española con más número de [indica una vocal] y ninguna vocal más. En eso consiste el juego. Ya te he hablado de él en varias ocasiones. La última fue en Efervescentemente, en la que te presenté palabras de nivel A5 (con 5 aes), E7, I4, O5 y U5.

Hoy, nueva entrega.

Con la a, llego al nivel A6:
-       Acasamatada, que, según el DRAE, tiene dos acepciones: significa de forma de casamata y, también, se dice de la batería o fortificación que tiene casamata.
-       Achabacanará, achabacanaba o achabacanada, todas ellas formas del verbo achabacanar, que significa hacer chabacano.

Con la e, no consigo superar el nivel E7 de efervescentemente.

Con la i, consigo un nivel I5 recurriendo al nombre de una empresa especializada en ropa interior.

Con la u, sólo puedo igualar el nivel U5 y, además, con otra empresa, que crea dibujos humorísticos para camisetas y otros artículos. 

Con la o, alcanzo el nivel O6 inventándome algunas palabras:
-       Rocodromófobo, persona que siente horror o repulsión por los rocódromos.
-       Rocodromólogo, persona versada o especialista en rocódromos.

Claro que, rizando el rizo, podemos llegar al nivel O8 con una palabra nacida de las dos anteriores:
-       Rocodromologófobo: persona que siente horror o repulsión por los especialistas en rocódromos.

¡Ahí queda eso! La imaginación es la base de la creación. ¡Seamos creativos también con la lengua!

miércoles, 2 de julio de 2014

Sigleros

En El siglo de las siglas, hablaba de la superabundancia de siglas en la que vivimos y de que algunas siglas terminan por escribirse tal cual se pronuncian. Citaba los casos de ONG, LP, DDT y PNN, que han pasado a escribirse oenegé, elepé, dedeté y penene.

Aquí lo que quiero destacar es que algunas siglas han producido incluso adjetivos derivados, pero sin pasar necesariamente por la fase de escribirse tal cual se pronuncian. Me explico.

Es el caso de ugetista y de cenetista, derivados de UGT (Unión General de Trabajadores) y de CNT (Confederación Nacional del Trabajo), que nunca se han escrito Ugeté ni Ceneté. Y lo mismo ocurre también con pepero y pecero, derivados de PP (Partido Popular) y de PCE (Partido Comunista de España), que nunca se han escrito Pepé ni Pecé.

Como no es posible escribir UGTista, CNTista, PPero y PCEro, porque va en contra de todos los mecanismos de formación de palabras de la lengua española, el hablante de español ha optado por la alternativa que le quedaba: formar el derivado no directamente de la sigla, sino de la forma escrita que tendría esa misma sigla tal cual se pronuncia. ¡No quedaba otra!

Y lo mismo ha ocurrido con defeño, que el DRAE define como natural de la ciudad de México o del Distrito Federal (D.F., en abreviado).

Y aquí tienes otros dos ejemplos más de siglas productoras de derivados, extraídas, en este caso, de los medios de comunicación, hace ahora un año más o menos:

-       En El País Negocios, del 28/07/2013, Alicia González y David Fernández firmaban un artículo titulado “Las empresas temen ser opables”.

-       Y en elpaís.com, apareció la siguiente noticia, ahora ya algo obsoleta:

Ni que decir tiene que ni opable (adjetivo derivado de OPA: Oferta Pública de Adquisición) ni fibero (adjetivo derivado de FIB: Festival Internacional de Benicàssim) están recogidas en el DRAE, pero eso no significa que no las entendamos perfectamente y, lo que es más importante, que no podamos crearlas si sentimos la necesidad de que deben existir. Para eso tenemos a nuestra disposición los mecanismos de formación de palabras que el español nos proporciona y, entre ellos, los prefijos… que dan mucho juego.

Así pues, ¡sé creativo! ¡Enriquece tu vocabulario con nuevas creaciones! Pero eso sí, sobre todo, procura que te entiendan… que para eso sirve la lengua: para entendernos y comunicarnos, no para descomunicarnos.