No hace mucho leí una entrevista a Sergio Peris-Mencheta, actor y director de teatro, en la que decía lo siguiente: “Vivimos en la era del re, de restaurar, reinventar, revolucionar, revolver, remover, relevar, de remar” (El País, 07/01/2013, entrevistado por Rocío García). Yo habría añadido recortar, rebajar y algunos más… pero, bueno, dejémoslo estar.
La afirmación del actor y director pone de manifiesto que es consciente de la existencia del prefijo re-. Aunque, en realidad, en alguna de estas palabras la sílaba inicial no sea un prefijo propiamente dicho: en remar, por ejemplo, no hay por dónde cogerlo; en las demás, podría interpretarse que se comporta como prefijo.
Y es que el prefijo re-, plenamente activo en español, puede tener varios significados: repetición (reconstruir: volver a construir), movimiento hacia atrás (refluir: dicho de un líquido, volver hacia atrás o retroceder), oposición o resistencia (reprobar: no aprobar)…
El que aquí me interesa destacar es el de intensificación, el que aparece en verbos como recargar (aumentar la carga o el trabajo), pero que también solemos usar en adjetivos como rebueno (o requetebueno), reguapo… Y, como pasa con otros prefijos activos (es decir, que pueden utilizarse para formar palabras nuevas), las palabras que podemos formar con re- pueden dar lugar a malas interpretaciones.
Tomemos un ejemplo de actualidad: las rebajas. Si decimos que las rebajas están muy solicitadas, nuestro interlocutor puede interpretar tanto que estamos diciendo que los comercios están petados de gente que aprovecha los precios bajos para comprar, como que estamos afirmando que las chicas de poca estatura ligan mucho.
¿Rebuscado? Es posible, pero la comunicación es lo que tiene: que uno pretende comunicar una cosa, y el otro entiende lo que le parece.
Seguro que puedes encontrar algún ejemplo más.
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