Empezó uno a estudiar en la universidad con una beca que le proporcionaba matrícula gratuita y, además, algunas pesetas para pagarse la estancia (alojamiento, comida, transporte) en una ciudad que no era la suya. El dinero solía llegar al inicio del curso, y uno se iba gestionando para estirarlo todo lo posible y ver de llegar al final de curso con la cartera no vacía del todo.
España vivía una época convulsa. Estábamos en lo que luego se dio en llamar la Transición: cambio de régimen, cambio de estructuras políticas, cambios sociales… Todo cambiaba.
En una de esas, que el curso universitario ya ha empezado y el dinero de la beca no llega. A nuestra solicitud de explicaciones, nos responden que los recientes cambios de Gobierno han influido en las becas, que se han quedado en un limbo administrativo. Total: que no se sabe cuándo va a llegar el dinero. ¡Glup!
Pasan un par de meses, llega fin de año, año nuevo… y nada. Volvemos a preguntar qué pasa con las becas. Y, por fin, una respuesta, algo, esperanzadora: el dinero llegará en abril. Aliviados por la respuesta, recuperamos la tranquilidad y, de paso, la jovialidad, que nos lleva a acuñar la expresión
En abril, billetes de mil
[remedo del conocido refrán En abril, aguas mil]
Eso de retocar los refranes es uno de los juegos lingüísticos más divertidos: se coge un refrán popular, se lo parte en dos (la mayoría están formados por dos partes perfectamente diferenciadas), se toma la primera parte tal cual y se inventa uno una frase para la segunda parte. El objetivo: obtener un remedo del refrán original que levante una sonrisa, cuando no una carcajada, a quien lo escuche.
De aquella época se me han quedado en la memoria algunos refranes retocados:
El que a buen árbol se arrima, buena mierda de pájaro le cae encima
[El que a buen árbol se arrima, buena sombra le cobija]
No por mucho madrugar, aparcas al llegar
[No por mucho madrugar, amanece más temprano]
A caballo regalado, gracias
[A caballo regalado, no le mires el diente]
En este mismo campo de expresión, existía también otra tendencia en aquella época: reconvertir refranes o expresiones corrientes en frases lo más barrocas, pomposas y recargadas posible. El objetivo era el mismo: divertirse al construirlas y arrancar una carcajada al divulgarlas.
Te muestro unos ejemplos… pero sin indicarte el refrán o frase de partida. ¡A ver si lo descubres tú! Veamos:
A equino donado no le periscopees el incisivo
¡Incinérame el cilindrín con la mínima expresión de la fragua de Vulcano!
A palabras incoherentes pabellones auditivos en estado transitorio de aletargamiento
Dos glándulas mamarias tiran más que dos máquinas agropecuarias
¡Anímate! ¡Y mándame la solución!
- Cría cuervos... y tendrás muchos
ResponderEliminar- Mal de muchos... epidemia