Hay errores sencillos, fáciles de comprender por el lector, y no tienen mayor trascendencia que el malestar que puedan causar en un lector sensible: un cambio de letras, un acento mal colocado, una frase que se corta…
Otros son
más difíciles de desentrañar, el lector no sabe si se trata de un error o no y,
por lo tanto, interfieren en la comunicación. Es posible que el mensaje,
erróneo, que le llegue al lector sea
radicalmente diferente del que ha querido dar el periodista. Un par de ejemplos:
elpais.com (08/05/2015)
lavanguardia.com (13/02/2015)
Viendo
el título de este vídeo, alguien podría pensar que, con lo que sobró del rodaje
original de la película, se ha hecho una segunda película o un documental, y
que es eso de lo que hablan los espectadores.
Me
dirás que es improbable que alguien interprete mal estas dos frases. ¿Estás
seguro? Mira lo que pasa en este tercer ejemplo:
El texto escrito, que reproduce lo que se narra en el vídeo, menciona ‘la arqueta sinfónica’, cuando, en realidad, lo correcto es ‘la arqueta sifónica’ (igual que se dice ‘el bote sifónico’). En los subtítulos, que, imagino, se reproducen automáticamente a partir de lo hablado en el vídeo (de hecho, no incluyen puntos ni pausas), se indica ‘la orquesta sinfónica’ (!!!). Es evidente que el sistema de subtitulado ha entendido que algo no cuadraba en esa frase… y lo ha interpretado al revés: lo que está mal es ‘sinfónica’, no ‘arqueta’. Vale que es una máquina la que no ha entendido, pero ¿estás seguro de que no le puede pasar lo mismo a una persona?
Una
relectura calmada de lo escrito es siempre una buena medida… para los
profesionales de la comunicación y para los demás también.
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