Ahora
he vuelto a ver la primera de ellas en un titular de periódico (entrecomillada
eso sí), lo que me hace pensar que se va asentando en el lenguaje, al menos, de
una parte de la comunidad hispanoparlante. Ya falta poco para que se incluya en
los diccionarios de uso, primer paso para llegar al diccionario normativo
académico.
elpais.com
Otra
palabra de reciente creación que tampoco encontraremos en los diccionarios es veroño (fusión de verano y otoño), que,
como indica el destacado de la información que sigue, es “el verano del otoño”.
elpais.com
farodevigo.es
Y,
a pesar de que hace mucho tiempo que se utiliza, tampoco aparecerá emilio como adaptación del inglés
‘e-mail’.
Y
mucho menos emeterio, que es como
llamaban (no sé si ahora también) a los conductores de la EMT (Empresa
Municipal de Transportes) de Madrid hace algún tiempo.
Y avelino tampoco, que así llaman algunos
a las personas que usan el AVE para ir a trabajar.
Y
eleno menos, que es como designan a
los miembros del ELN (Ejército de Liberación Nacional) en Colombia.
Y
seguro que busquimano (contracción de
buscar a mano) tampoco, que es el vocablo con el que se conoce a los rastreadores
de alijos de droga perdidos en el mar en algunos puntos del sur de Andalucía.
Todas
estas palabras surgen de la creatividad de los hablantes, de la necesidad que
tienen de designar realidades nuevas. Es un procedimiento de, digámoslo así,
etimología popular, similar a lo que conté en Pendejuelas y churreterías.
Y no es
de descartar que, en un futuro no muy lejano, algunas terminen en el
diccionario normativo. Este ha sido el caso de bebercio, formado a imitación de comercio, al asimilar comer -
comercio y beber - bebercio, cuando realmente comercio no tiene nada que ver
con comer.
¡La
imaginación al poder… también en el uso del lenguaje!
No hay comentarios:
Publicar un comentario