A lo largo de la historia, no han sido pocos los autores y artistas que han ocultado su nombre detrás de un seudónimo (o falso nombre). Unos, por deseo de intimidad; otros, para tratar de evitarse persecuciones…
Para procurarse un falso nombre, uno de los procedimientos utilizados en todos los países y en todas las épocas ha sido el anagrama, del que ya he hablado aquí recientemente (ver Anagramas en el baño, junio 2013). Por ejemplo, el escritor francés del siglo XVI, François Rabelais firmó algunas obras como Alcofribas Nasier; Marguerite Yourcenar se apellidaba, en realidad, Crayencour (nótese que a Yourcenar le falta la segunda c de Crayencour); el francés André Breton bautizó a su amigo español Salvador Dalí como Avida Dollars…
No se trata aquí de emular a estas celebridades, sino de recoger el guante que su acción lanza y tratar de divertirnos un poco. Eso es lo que propongo hoy: piensa en una persona de tu entorno, escribe su nombre y dos apellidos en un papel y trata de hacer una frase que sea un anagrama del nombre y los apellidos. Verás cómo te sale más de una.
Para muestra un botón. Mira los anagramas que me han salido de mi queridísimo Óscar Hullá Badallo:
¿Ducha al alba? Lloros.
¡Oh! Das la bulla, claro.
La chula dará bollos.
¡Oh! Das bulla al calor.
Rodaballo, lúchalas.
Sal allá, bardo chulo.
Al buscador, hállalo.
Luchador, bala al sol.
Al buscador, lo halla.
Borda la lucha al sol
Al buscar lo hallado.
¡Uh! Sal, árbol callado.
La lucha daba lloros.
La lucha dará bollos.
Al luchador, la bolsa.
Callo duro hallabas.
¿Hallas caballo duro?
¡Bueno! ¡Vale! Sí, te lo concedo. Algunas frases están un poco cogidas por los pelos. Pero no por eso dejan de ser un anagrama.
Te garantizo que, cuando le muestres el anagrama a tu conocido, se sorprenderá de lo lindo. Y mucho más si consigues que el anagrama sea también un nombre y dos apellidos… o lo parezca al menos: Carlos Albal Hulado.