El sufijo -ería (y sus compinches -ero y -era) es uno de los más activos en español: zapatería, pastelería, panadería, ferretería, joyería, carnicería, droguería, carpintería, fontanería… Es solo una muestra del gran número de palabras que designan establecimientos especializados en determinados productos o servicios.
Si hay un ámbito en el que este sufijo se ha mostrado especialmente activo y productivo en los últimos tiempos, es el de los servicios vinculados a la restauración, a las cosas de comer, vamos.
Junto a las cafeterías y cervecerías de toda la vida, primero empezaron a aparecer las bocadillerías, que, se supone, estaban especializadas en bocadillos, aunque también tenían de todo un poco.
Más tarde vinieron las sandwicherías, dedicadas a los sándwiches, un bocadillo de otra manera.
Más adelante, cuando las bocadillerías ya proliferaban, surgieron las bocaterías, que en vez de bocadillos servían bocatas. ¡Una forma como otra cualquiera de tratar de diferenciarse de la competencia!
En algún momento, aparecieron las taperías, especializadas en tapas.
Y también alguna croquetería.
Y alguna taquería.
Y, en el ámbito de la restauración correspondiente a lo líquido, surgieron las vermuterías.
Y también las ronerías.
Además, hemos visto aflorar alguna trufería, especializada en trufas y chocolates varios.
Pero no solo van surgiendo estas neodenominaciones en el ámbito de la restauración. Un ejemplo:
¿A que sabes perfectamente qué es una gafería? Claro que sí. Y eso es así porque los hispanohablantes tenemos plena conciencia de qué significa el sufijo -ería.
Si esta tendencia de intentar diferenciarse de la competencia inventando nuevas denominaciones persiste, no descarto que podamos llegar a ver en algún momento una farmacia reconvertida en medicamentería. No estaría mal, ¿verdad?
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