El
episodio que recuerdo iba de alguien que estaba preso y que conseguía
transmitir un mensaje (¿o era un nombre?) al exterior burlando la vigilancia de
sus carceleros, que, por supuesto, leían sus cartas. ¿Cómo lo conseguía? Pues, insertando
un acróstico en un texto de lo más inocente: las primeras letras de cada línea,
leídas en su orden, daban el mensaje escondido.
Es
el mismo recurso que utiliza el Asador Aranduero (¡qué buenas las chuletillas
de cordero!) en este poema enmarcado en el que alaba las viandas que ofrece a
sus comensales:
Y
lo mismo hacen los establecimientos D'Ibéricos en sus escaparates:
…
aunque, en este caso, el acróstico no es inicial (de inicio de palabra o
frase), sino combinado.
Hasta
ahora no había hablado de los acrósticos en este espacio, aunque sí colé uno de
rondón en Ana Magra (junio 2013). ¿A
ver si lo encuentras?
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