Recuerdo mi época de estudiante (¡qué tiempos aquellos!) y recuerdo algunos profesores entrañables, de esos que te dejan huella por cómo son más que por lo que son. Y recuerdo que todo era novedad, descubrimiento, diversión, también. Y, si bien es verdad que nos tocaba trabajar de lo lindo, también lo es que, cuando la predisposición existía, la diversión hacía acto de presencia cuando menos te lo esperabas.
Estabas en clase de francés y el profesor te recitaba los números: un, deux, trois, quatre… dix, vingt, trente, quarante... Y, de repente, la carcajada general: quarante, dicho a la francesa, suena algo así como 'cagánt', lo que es muy similar a… Pues eso.
Otro día, en clase de historia del arte, hablando del arte andalusí, te mencionaban los mocárabes. Y, antes de entender que aquello era un adorno arquitectónico, ya te habías formado la imagen de otra clase de adorno colgando de la nariz de un árabe.
Y es que en español hay palabras muy curiosas; algunas, por su sonoridad; otras, por lo que nos permiten imaginar, y las más, porque se utilizan poco y nos son desconocidas y de ahí les viene su gracia. He aquí un surtido:
- Parlaembalde: el que habla mucho y sin sustancia.
- Antiflogístico: que calma la inflamación.
- Jericoplear: fastidiar.
- Nefelibata: que anda por las nubes.
- Anúteba: llamamiento a la guerra.
- Cochite-hervite: locución que significa que se ha hecho una cosa rápidamente.
¿Serías capaz de formar una frase que incluyera estas palabras? Si no todas, unas cuantas al menos. ¡Inténtalo y mándasela a algún conocido! ¡Seguro que lo sorprendes!
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