En nuestros días, no es extraño que en una familia haya bisabuelo y bisnieto. Quiero decir que no es extraño que en una misma familia coexistan cuatro generaciones. La esperanza de vida sigue aumentando, cada vez vivimos más tiempo y los abuelos terminan por convertirse en bisabuelos. Y eso que, en España, al menos, la generación que está en edad de procrear cada vez tiene descendencia más tarde. Da igual, el caso es que es sencillo encontrar familias con un bisabuelo.
Ya es más raro que haya tatarabuelos y, en consecuencia, tataranietos. Es más raro, pero también sucede: si alguien pasa de los 100 años, tiene muchos números para que en su familia coexistan cinco generaciones. Dicho así parece fácil, ¿verdad? Pero, desde luego, no debe de serlo. En mi entorno no recuerdo a nadie que ande por el siglo de vida. Ahora bien, en Japón parece que es más habitual. De hecho, la semana pasada, los medios de comunicación hablaron de “la persona más anciana del mundo”: un japonés nacido en 1897 que, según la información, tiene 14 nietos, 25 bisnietos y 13 tataranietos.
Sin embargo, lo que sí es sumamente extraordinario es que coexistan seis generaciones en una misma familia. Es tan extraordinario que seguramente pocas personas saben qué nombre recibe el padre del tatarabuelo. Yo, desde luego, no lo sabía. Se llama trastatarabuelo o, también, cuarto abuelo. ¿A que tú tampoco lo sabías? ¿Y el hijo del tataranieto? Pues trastataranieto o cuadrinieto o chozno.
Y ya metidos en harina, ¿sabes decirme qué es un bichozno? No, un bizcocho, no; un bichozno… El diccionario siempre está ahí, por si se lo necesita.
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