Curiosa cosa los apellidos. Se van transmitiendo de padres a hijos y de una generación a la siguiente totalmente inmutados. Es como si por ellos no pasaran los años. Y, al final, resulta que uno se apellida Vaquero, del Bosque o Flores… y ya no queda memoria en la familia del porqué. Pero siempre podemos echar mano de la imaginación y pensar que algún antepasado criaba vacas, vivía en el bosque o cultivaba flores...
Y esa misma imaginación es la que nos permite sorprendernos gratamente cuando descubrimos un establecimiento que se llama Collar Joyeros, oficio de lo más apropiado para ese apellido. Y nos resorprendemos cuando a no más de cien metros descubrimos otra tienda llamada Dahora Joyería Relojería.
Pero es mucho más gratificante cuando uno, ludolingüista redomado, descubre relaciones sorprendentes en personas públicas. Y mucho más gratificante todavía cuando estas relaciones son, digámoslo así, contradictorias. Porque:
– ¿Quién va a confiar en un banco (Santander) cuyo presidente se apellida Botín (Emilio)? Lo lógico es pensar que lo van a esquilmar en menos de lo que canta un... loro (por aquello de la mascota preferida de los piratas).
– ¿Cómo es posible que un presidente de Gobierno elija como ministra de Sanidad a alguien que se apellida Mato (Ana)? Es lógico pensar que la cuestión sanitaria no va a ir de perlas, ¿no?
– ¿Y no sería más sensato que alguien apellidado Pastor (Ana) se encargara de la cartera de Ganadería y no de la de Fomento?
– ¿Y por qué se dedica a la política un Monago (José Antonio) y no a la religión?
– Y ya puestos, ¿a nadie le sorprende que Hollande (François) gobierne en Francia?
Pero lo más de lo más en este asunto ludicoparlante que nos traemos hoy entre manos es el caso del encargado de la Sala de Curas de mi centro de salud. ¿Sabes cómo se apellida? Sacristán.
Sorprendente curiosidad, ¿verdad?
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