miércoles, 10 de diciembre de 2014

Dieciséis

Siempre me he preguntado por qué en español dieciséis se dice dieciséis. ¿Cómo? ¡No, no estoy tonto! Ahora te explico.

En español, cuando contamos, decimos uno, dos, tres…, diez, once, doce, trece, catorce, quince, dieciséis, diecisiete, dieciocho, diecinueve…

El último número genuino, digámoslo así, es el quince. Los siguientes se forman con diez y otro número añadido: diez + seis, diez + siete, diez + ocho y diez + nueve.

En otras lenguas románicas, que son las más cercanas al español, ocurre lo mismo… pero a partir del diecisiete.


Español
Catalán
Francés
Italiano
1
uno
un
un
uno
2
dos
dos
deux
due
3
tres
tres
trois
tre
4
cuatro
quatre
quatre
quatro
5
cinco
cinc
cinq
cinque
6
seis
sis
six
sei
7
siete
set
sept
sette
8
ocho
vuit
huit
otto
9
nueve
nou
neuf
nove
10
diez
deu
dix
dieci
11
once
onze
onze
undici
12
doce
dotze
douze
dodici
13
trece
tretze
treize
tredici
14
catorce
catorze
quatorze
quattordici
15
quince
quinze
quinze
quindici
16
dieciséis
setze
seize
sedici
17
diecisiete
disset
dix-sept
diciasette
18
dieciocho
divuit
dix-huit
diciotto
19
diecinueve
dinou
dix-neuf
dicianove
20
veinte
vint
vingt
venti

¿Por qué dieciséis se dice dieciséis? ¿Comprendes ahora mis cuitas? ¿Por qué el cambio de fórmula para nombrar los números se produce en español en dieciséis y no en diecisiete, como en catalán, francés o italiano?

Supongo que alguna respuesta habrá, que algún experto en etimología o en gramática histórica podría proporcionárnosla… pero hoy no tenemos ninguno de guardia. ¡Lo siento!

Un atisbo de respuesta se puede encontrar en el DRAE:
sece.
(Del lat. sedĕcim).
1. adj. ant. dieciséis (diez más seis).

Es decir, existe una palabra, sece, que, aunque calificada de antigua y, me imagino, muy poco usada en la actualidad, no solo es sinónimo de dieciséis, sino que sigue la misma dinámica de las otras tres lenguas. ¡Eureka! (que, dicho sea de paso, significa ¡Lo encontré!).

Ahora bien, ¿y por qué quince se dice quince? ¿Por qué no podemos decir diecicinco? ¿Acaso no nos entenderíamos? Yo creo que sí. Y si contáramos diciendo … nueve, diez, dieciuno, diecidós, diecitrés, diecicuatro, diecicinco, dieciséis, diecisiete, dieciocho, diecinueve…, ¿no nos entenderíamos igualmente?

miércoles, 3 de diciembre de 2014

Colores luminosos

Échales una mirada a estas dos fotografías:




¿No te resultan inquietantes? ¿¡No!? Míralas con un poco más de atención. Fíjate en los textos. ¿Acaso te has cruzado alguna vez con un ‘peatón luminoso’? ¿Y con un ‘niño de colores’?

Ya, ya sé que quienes han escrito estas frases no querían decir eso... pero las frases lo dicen. El orden de las palabras elegido, que es perfecto desde un punto de vista normativo, hace que las frases puedan tener más de una interpretación. Y cada uno puede elegir la interpretación que más le apetezca. Y este uno, que milita en la cofradía de los que gustan de buscarle cinco pies al gato siempre que puede, ludolingüísticamente hablando… Pues eso.

Los entendidos lo llaman anfibología. Y para evitarla, habría bastado con cambiar el orden de las palabras:
-       Ropa de colores para niños
-       Pasos luminosos de peatones

Lo que pasa es que los hablantes estamos tan acostumbrados a las expresiones ‘ropa para niños’ y ‘pasos de peatones’, que las consideramos como una unidad casi irrompible, y no nos atrevemos a profanarla. Pero, en ocasiones, si quieres que te entiendan, se hace necesaria la profanación. ¡Atrévete, pues!

miércoles, 26 de noviembre de 2014

Hay que ver

Dos compañeras de trabajo salen de una reunión comentando algo de lo que acaban de tratar. Al terminar, ya en el pasillo, se separan y cada una tira para un lado. Para despedirse, una le dice a la otra:
Te veo.
Sigue pasillo adelante y se cruza de frente con alguien que solo ha oído la última frase y que, con cierta guasa, le dice:
Que sepas que ahora se dice cómic.

El periodista le hace al artista una pregunta que considera sesuda, inteligente:
¿Qué es el arte?
Y el artista, algo guasón, le responde:
Helarte es morirte de frío.

El alumno se levanta y pregunta:
Uve se escribe con uve, ¿verdad, maestro?
Y el maestro, con ganas de hacerle un poco la puñeta e intención de hacerle pensar, le contesta:
Uve se escribe con ve
   Hube se escribe con be

Son tres ejemplos de posibles equívocos causados por lo hablado: te veo y tebeo (ver Cuando los cómics se llamaban tebeos) se pronuncian igual; el arte y helarte, también; uve y hube, lo mismo; ve y be, igualmente.

Ya lo he mencionado en alguna otra ocasión: al escribir y al hablar, enviamos mensajes que creemos claros y sin posibilidad de ser malinterpretados. Pero, en ocasiones, quien nos lee o nos escucha puede interpretarlos de forma distinta. Y si, además, ese ‘quien’ tiene ganas de un poco de diversión ludolingüística, ya está formado el lío.

Al contestar a un correo electrónico, escribe:
Muy interesante. ¡Hay que ver, no se te pasa una! Por cierto, es “hay que ver” y no “ay que ver”, ¿verdad?”
Y la respuesta que recibe es:
En realidad es:
Hay que ver
¡Ay! ¿Qué ver?
¡Ah! Y ¿qué ver?
¡Ay! ¡Qué Wert!
[referido al ministro de Educación]

 

miércoles, 19 de noviembre de 2014

Torios y tecas

Manifestorio. Es la alternativa que propone Álex Grijelmo (en ‘Manifestaciones que correrán por una pista’, en su sección La punta de la lengua, El País Domingo, 06/04/2014) para reemplazar la palabra manifestódromo, utilizada habitualmente en los medios de comunicación.

Lo justifica diciendo que "¿qué prisa tendrán las manifestaciones para que las lleven a un lugar que etimológicamente significa 'pista de carreras'?", al igual que ocurre con hipódromo o canódromo. Y añade que manifestorio es una alternativa morfológicamente correcta: el sufijo -torio forma adjetivos y sustantivos derivados de un verbo, a fin de significar un lugar. Y menciona sanatorio, dormitorio, observatorio, a los que podemos añadir mingitorio, vomitorio, locutorio, auditorio, tanatorio, laboratorio… Todos ellos, lugares donde se sana, se duerme, se observa…

Otro sufijo que se utiliza en palabras que indican lugares es -teca. En este caso, indica el lugar donde se guarda algo: discoteca, filmoteca, biblioteca, xeroteca… En los últimos tiempos, también han aparecido las mediatecas. Y más recientemente las vinotecas

las oleotecas 

alguna farmateca 

que más que lugares donde se guardan cosas, son establecimientos comerciales en los que se venden cosas. Vamos, tiendas como las demás, pero que pretenden distinguirse del resto con esos nombres de resonancias tan, digamos, elevadas.

Por otra parte, si uno puede imaginarse qué tipo de productos venderá una eroteca, 

 le resulta un poco más difícil imaginarse qué encontrará en una sexoteca. 
Tú, ¿qué crees?

miércoles, 12 de noviembre de 2014

Teleauto

Ya he hablado en otra ocasión de la etimología (ver Pendejuelas y churreterías). La verdad es que siempre me ha parecido una manera interesante y muy entretenida de conocer una lengua: hurgar en el origen de las palabras, conocer cómo se formaron y evolucionaron proporciona un mejor conocimiento de ellas… y un entretenimiento añadido.

Los especialistas hablan de dos mecanismos principales de formación de palabras: la derivación y la composición. Para no alargarnos mucho, diré que se habla de derivación cuando una palabra deriva de otra por adición de algún afijo; por ejemplo, recordatorio deriva de recordar por adición del sufijo -torio; prerromano deriva de romano por adición del prefijo pre-. Y se habla de composición cuando una palabra se forma por adición de varias palabras o elementos compositivos (también si son de otras lenguas, especialmente del latín y el griego); es el caso de vaivén, lavavajillas y neurología, por ejemplo.

Y lo que a mí siempre me ha fascinado es la maña que se dan determinados elementos compositivos para transformarse con el paso del tiempo, para cambiar su significado original. Bueno, eso es una forma de hablar: en realidad, los elementos compositivos y las palabras no hacen nada de nada; somos nosotros, los hablantes, los que producimos las transformaciones. ¡Vale ya! Basta de cháchara y al grano.

Un ejemplo de lo que estoy diciendo es el del prefijo tele-. Su significado original, procedente del griego, es el de 'a distancia', y así se trasladó a un montón de palabras: telefonía (hablar a distancia), telegrafía (escribir a distancia), televisión (ver imágenes a distancia), telecomunicación (comunicación a distancia), teledirigir (dirigir a distancia), telequinesia (desplazar objetos a distancia)…

Cuando la televisión llegó a convertirse en el principal entretenimiento de los hogares, empezó a aparecer una nueva remesa de palabras formadas con tele-: teleprograma, telefilme, telecomedia, telenovela, telespectador, teleadicto, telebasura, telediario, telenoticias

En este caso, el significado de tele- ya no es el de lejanía, sino el de televisión. Así que, ahora, tenemos dos significados para tele-: distancia y televisión, y ambos están plenamente vivos.

Otro ejemplo es el de auto-. Su significado original, también procedente del griego, es el de 'propio o por uno mismo': automóvil (que se mueve por sí mismo),  autoadhesivo (que se adhiere por sí mismo), autobiografía (biografía de alguien escrita por él mismo), autodestrucción, autodominio, autoestima, autogol, automedicación, autorretrato

Pero también hay otro grupo de palabras que empiezan por auto- cuyo significado no tiene que ver con el original sino con el de automóvil: autocine, autopista, autovía, autoestop, autódromo, autoescuela

Estos mecanismos no hacen más que enriquecer la lengua. Lástima que siempre haya quien no acabe de enterarse bien de qué va el asunto:
  



Si suicidio ya significa matarse a sí mismo, ¿un autosuicidio será matarse a sí mismo dos veces? ¡Ah, no! Debe ser matarse a sí mismo con un coche. Eso es, ¿verdad?

miércoles, 5 de noviembre de 2014

Bribón y demás

En Apellidos parlantes, hablé de la sorpresa, ludolingüísticamente gratificante, que le proporciona a uno el hecho de descubrir relaciones contradictorias entre determinados apellidos de personas públicas y el cargo o puesto que desempeñan. Hablaba, entonces, del banquero Botín, de la ministra de Sanidad Mato y de algunos personajes más.

Pues bien, en El Punt Avui, periódico en catalán, del 10/10/2014, publicaron este chiste gráfico:



Me permito traducir los textos:
            Yate del rey: Bribón
            Banquero: Botín
            Ministra Sanidad: Mato
            ¡Qué país!
            (Chiste popular)

Pues eso.