miércoles, 28 de agosto de 2013

El siglo de las siglas

Si algo caracteriza esta época que estamos viviendo desde un punto de vista lingüístico, es la superabundancia de siglas. Tan es así, que incluso existen diccionarios exclusivamente de siglas. En el siglo pasado y en lo que llevamos de este, han proliferado tanto las siglas que también han llegado al entorno personal. Ya no solo se utilizan para nombrar instituciones o sociedades de denominaciones más o menos largas (ONU, RENFE, RAE…), sino que también se usan para firmar los correos electrónicos: un conocido mío firma vs, así tal cual, en minúsculas. Se llama Vicente y su apellido empieza por s, claro.

En español, algunas siglas se leen como si fueran una palabra, como las tres del párrafo anterior. Otras se deletrean, como UGT, TVE, TNT… Y algunas de las que se deletrean, al final, de tanto como se usan, terminan escribiéndose como si fueran una palabra. Es el caso de:
Oenegé: ONG (organización  no gubernamental).
Elepé: LP (long play o disco de larga duración).
Dedeté: DDT (dicloro-difenil-tricloroetano).
Penene: PNN (profesor no numerario).

Además, algunas personas van más allá que mi conocido vs en eso de las firmas, y llegan a ser más conocidas por sus siglas deletreadas que por sus nombres y apellidos reales. Es el caso del ilustrador y humorista gráfico Ceesepe (CSP: Carlos Sánchez Pérez). Y tendencia parecida se da también en algunas denominaciones de establecimientos comerciales. En mi barrio, por ejemplo, hay uno que se llama Eleeme Estética y Peluquería.

No sé. Quizá dentro de algún tiempo no muy lejano, esos personajes públicos que se hacen llamar Pedro Jota, Eva Hache y similares, pasen a ser conocidos simplemente por Pejota, Ehache... Veremos. Todo se andará.

miércoles, 21 de agosto de 2013

Aurelio y el murciélago

Un vecino mío se llama Aurelio, lo cual es bastante singular. No porque Aurelio sea un nombre poco corriente en estos tiempos, que también, sino porque —y es lo que aquí me interesa destacar— es un nombre que contiene las cinco vocales sin repetir ninguna.

Eso de buscar palabras pentavocálicas es uno más de los entretenimientos que nos proporciona el español. Y es muy gratificante cuando encuentras alguna que cumple esa condición. Y si encuentras varias, que además tienen algún tipo de relación entre sí, pues ya ni te digo.

Es el caso, por ejemplo, de otros antropónimos muy poco corrientes en la actualidad, por no decir totalmente desconocidos para la mayoría de la gente: Eudoxia, Eufrasio, Eulogia, Eustasio, Eutropia, Gaudemio, Gaudencio, Gauderico, Laurencio, Laurentino…

Pongo todos los que he encontrado, aunque es posible que haya más. Todo es tener los ojos abiertos para no dejar pasar las oportunidades que se presenten. ¡Ah! Y no vale hacer trampas. No se admiten los diminutivos (nada de Manuelito, por ejemplo), ni tampoco que se repita una vocal (no vale Eustaquio, pues).

Claro que no hay ninguna obligación de circunscribirse a los nombres propios. También puede uno ampliar la búsqueda a los nombres comunes: murciélago, eucalipto, centrifugado, autocine…

¡Inténtalo! Las pentavocálicas están ahí... a tu alcance.

miércoles, 14 de agosto de 2013

Estacionar el auto

Era un día de primavera. Frente a la entrada de mi casa, en la acera, una madre trataba de razonar con su hijo pequeño para que siguiera caminando. El nene estaba de pie, agarrado a su silla, y se había parado a mirar hacia la calle donde un vehículo se estaba moviendo. En su lenguaje infantil, el niño le preguntó a su madre que qué estaba haciendo. La madre le contestó:

El auto está estacionando.

A mí, la verdad, me sorprendió la respuesta. Y no porque no fuera cierto lo que decía la madre, sino porque yo lo habría dicho de otra forma:

El coche está aparcando.

A mí me habría salido así, de forma natural. Y me imagino que a esa madre también le había salido su frase de forma natural. Por supuesto, por el acento se podía intuir que no era española; argentina, quizá; sudamericana, seguro.

Y es que, como ya he mencionado aquí en otras ocasiones (ver Ameritar, mayo 2013), somos tantas las personas que hablamos español y tantos los acentos, que una misma cosa se puede decir de múltiples maneras… y hay muchas probabilidades de que todos lo entendamos.

En este caso que nos ocupa, unos hablarán de coche; otros, de auto, y otros, de carro…; unos dirán aparcar; otros, estacionar, y otros, parquear… Y todos nos entenderemos… y nos sorprenderemos de la extraña gran riqueza de esta lengua española tan de todos.


miércoles, 7 de agosto de 2013

¿Taquimeca… qué?

A principios de junio, algunos medios de comunicación se hicieron eco de que la palabra más larga del alemán (63 letras) iba a desaparecer:
Rindfleischetikettierungsüberwachungsaufgabenübertragungsgesetz
Ahí es nada.
Me sorprendió saber que las palabras pueden desaparecer así de la noche a la mañana… y que incluso se podía anticipar, y anunciar, su desaparición. Yo pensaba que una palabra desaparecía cuando sus hablantes dejaban de usarla. E incluso así, una palabra, digamos, muerta, sigue estando presente en los registros escritos de la época. O sea, que desaparecer desaparecer…
El caso es que algunos periódicos reflejaron la noticia aclarando que la susodicha palabra era el título de una ley (algo así como ‘ley para la transferencia de tareas de supervisión en el etiquetado de la carne de vacuno’­), vigente desde 1999 en el estado de Mecklemburgo-Pomerania Occidental, que ahora se iba a sustituir por otra. Vamos, que lo que desaparecía era la ley… no la palabra.
Esta habilidad del alemán para construir palabras compuestas de longitud teóricamente ilimitada no la tiene el español. Pero eso no quiere decir que los ludolingüistas no se hayan ocupado también de buscar la palabra más larga existente en español. De hecho, dicen que es:
Ciclopentanoperhidrofenantreno
¡No está mal! ¡30 letras!
Aunque, si solo valen las palabras que aparecen en el DRAE, parece que la más larga es:
Electroencefalografista  (23 letras)
Ahora bien, ¿qué me dices de la palabra que aparece en la novela ‘Recuento’, de Luis Goytisolo?
“[…] Nuria le anunciaba que había decidido abandonar definitivamente la carrera y, en lugar de tomarse unas vacaciones, empezar enseguida a trabajar con su padre, de secretaria. ¿Nuria? ¿Perfecta secretaria taquimecaestenodactilomagnetelofonografista, cliclic, cliclic, clic? [...]”
¡43 letras! ¡Extraordinario!
¿Quién da más? Seguro que con un poco de imaginación tú también puedes formar una palabra compuesta, con sentido, claro, que alcance las 50 letras. ¡Venga, anímate! Ahora, en época de vacaciones, es buen momento para despejar la mente de cosas serias y entretenerla en cosas más amenas. ¡Ánimo!
 

martes, 30 de julio de 2013

¿O o u? ¿Y o e?

Es una norma que se aprende rápidamente en la escuela: la conjunción o toma la forma u cuando precede a una palabra que comienza por el sonido /o/. Un ejemplo clásico: siete u ocho.

Lo mismo ocurre con y, que toma la forma e cuando precede a una palabra que comienza por el sonido /i/. Un ejemplo: mezquitas e iglesias.

Fácil, sencillo y sin problemas. ¿O no? Pues, a tenor de lo que he leído en ‘Todo bajo el cielo’, de Matilde Asensi, parece que no… cuando hay palabras no españolas por medio. Un pasaje de la página 39 dice así:

"Además, después de la guerra, la vida en París se había vuelto insoportablemente cara. Hacía mucho tiempo que nadie podía comprar en sitios como Le Louvre o Au Bon Marché".

¡Cómo! ¿No habíamos quedado que había que poner u ante el sonido /o/? ¿Acaso Matilde Asensi no conoce la regla? No creo. ¿O es que lo que no conoce es que au en francés se lee /o/? No creo. ¿O quizá le ha parecido que, si ponía "…como Le Louvre u Au Bon Marché", los lectores no iban a entender el porqué de esa u? Es la única razón que se me ocurre. Si es así, bastaba con cambiar el orden y poner: "…como Au Bon Marché o Le Louvre". Vamos, que solución tenía.

Y ahora un par de ejemplos de lo contrario, ambos de Javier Marías en El País Semanal. El primero, en ‘Los nuevos zombies’ (EPS, 21/04/2013):

"… darán por sentado que todos llevamos iPhones y iPads…".

Así escrito, parece que choca con la norma mencionada al principio, ¿verdad? Pero no. Las palabras inglesas que identifican esos dos artilugios electrónicos tan de moda empiezan por i, pero se lee /ai/, con lo que no hay lugar a sustituir la conjunción y por e.

El segundo, en ‘Esclavizados y transparentes’ (EPS, 07/07/2013):

            “… ordenador e email y móvil…”

En este caso, email empieza por e, pero se lee /i/, con lo cual sí hay que sustituir la conjunción y por e. Javier Marías conoce la norma… y conoce el inglés.

Así pues: o ante el francés au (/o/), no; y ante el inglés i (/ai/), sí; y ante el inglés e (/i/), no.

miércoles, 17 de julio de 2013

Feraz, ubérrimo, opimo

Un hijo le pregunta a su padre:
– Papá, ¿qué significa ubérrimo?
Y el padre responde:
Feraz, hijo mío. Significa feraz.

Este chiste, que contaba un conocido mío, gallego él, nunca tiene mucho éxito. La gente no lo entiende. O, al menos, no lo entiende a la primera. Necesita que se lo expliquen. Y ya se sabe: un chiste explicado pierde toda su gracia.

Y la gente no lo suele entender porque no es habitual que conozca el significado de las palabras ubérrimo y feraz. Y precisamente la gracia del chiste está en eso, en saber qué significan esas palabras y en saber que poca gente conoce su significado, y mucho menos un niño. Y así uno puede imaginarse la cara, de perplejidad, como poco, del hijo ante la respuesta, incomprensible, de su padre.

Ya he hablado aquí en otra ocasión de palabras poco conocidas (ver El mocárabe, marzo 2013). Hoy voy a mencionar algunas más.

Otra palabra que significa lo mismo que ubérrimo y feraz, y que es igual de poco conocida es opimo. ¿Verdad que no la habías oído nunca?

¿Y pensil? A lo mejor te suena una obra titulada ‘El Florido Pensil’, de Andrés Sopeña Monsalve. Pero seguramente no la has oído nunca en boca de algún conocido tuyo, ¿verdad?

Y, ya que andamos metidos en el ámbito campestre, ¿qué me dices de azuda? ¿Y de biznaga?

Recuerda: el diccionario siempre ayuda. Si eres curioso, no lo dudes.

El jefe y Clara

«El jefe es de Elche. ¿Ves ese Mercedes Benz? Es de él. Pepe le teme. Él se teme que le echen en breve. Es endeble.»

«Al pasar a la sala, Clara ya andaba a gatas. Hablaba mal: “¿Acabarán las barcas varadas? ¿Saldrá la playa mal parada? ¿Matarán a la mar salada?”… Hablaba fatal: “Paz ama las gachas… hasta las cachas. ¡Ja, ja, ja!”.»

¡Atención!, pregunta: ¿en qué se parecen los textos de los dos párrafos anteriores?

¡Tic, tac! ¡Tic, tac! ¡Tic, tac!… Pasa el tiempo y el concursante no lo ve claro. El primero tiene casi dos líneas; el segundo, tres. ¿Y? No, no va a ser nada de eso… El primero habla de un hombre; el segundo, de una mujer. Igual son pareja o están casados. Pero, no, no hay nada que permita suponer eso… ¡Tic, tac! ¡Tic, tac! ¡Tic, tac!… El primero habla de un jefe. A ver si va a ser que el segundo habla de su secretaria, Clara, y alguien le está contando a alguien lo que pasó en la fiesta de la empresa de la semana pasada, cuando Clara bebió más de la cuenta y…

¡Vaya! ¡Qué imaginación! ¡No está mal! Pero, no, no se trata de nada de eso. ¿Entonces? Pues que ambos párrafos están escritos con palabras que contienen la misma vocal: la e, el primero; la a, el segundo.

Esto de los textos monovocálicos es un entretenimiento muy divertido, la verdad. Divertido, pero exigente. Se trata de escribir historias coherentes, con significado, utilizando palabras que contengan la misma vocal. ¡Inténtalo! Ahora que es época de vacaciones y que dedicamos más tiempo al ocio y al entretenimiento, que vamos con menos prisas… ahora es un buen momento. El tamaño no importa, lo que importa es que el relato pueda parecer real. ¡Verás qué satisfacción cuando lo consigues!

¿Quieres un consejo? Empieza por la a o por la o; son las vocales más sencillas. Con la i y con la u es muchísimo más complicado.

¿Otro consejo? No tengas prisa. Reléelo varias veces, déjalo madurar unos días. Vuélvelo a leer. Y cuando hayas terminado, dáselo a alguien para que lo lea. A ver si es capaz de ver el artificio monovocálico a la primera. Si no lo ve, es que has hecho un buen trabajo: has escrito una buena historia… monovocálica.