miércoles, 25 de septiembre de 2013

Efervescentemente

En Ochoa y más (mayo 2013), hablé de un divertimento lingüístico consistente en encontrar la palabra española con más número de [indica una vocal] y ninguna vocal más.

En aquel momento, daba algunos ejemplos para cada una de las vocales. Así, señalaba una palabra con 5 aes, otra con 5 es, varias con 4 íes, una con 5 oes y otra con 4 úes.

Ahora, quiero indicar unas cuantas palabras más que he encontrado. Aunque no todas superan en número de vocales a las mencionadas anteriormente, creo que es interesante indicarlas, porque eso de tener solamente una vocal las hace singulares y, en cierto modo, atractivas.

Con la a, no consigo superar el nivel A5: cantamañanas, santabárbara, atarazana

Con la e, llego al nivel E7: efervescentemente. Ya dije que el sufijo –mente podía dar mucho juego.

Con la i, me quedo en I4: quiquiriquí.

Con la o, se me antoja que puede ser posible superar el nivel O5, pero no encuentro nada.

Con la u, se puede llegar al nivel U5 con sucusumucu. Rara, ¿verdad?

Este divertimento es sencillo y no requiere conocimientos especiales, solo prestar atención al idioma. Divertirse con ello está al alcance de todo el mundo y, creo, es muy apropiado para los niños. Se puede plantear como un juego-competición, pero también como un juego-aprendizaje de vocablos nuevos.

Por cierto, si no conoces algunos de los indicados más arriba… el diccionario te sacará de dudas. ¡Úsalo!

miércoles, 18 de septiembre de 2013

Aumentativos falsos

En español, para aumentar la magnitud del significado de un vocablo, podemos utilizar el sufijo -azo, -aza. Así, un coche de gama alta será un cochazo; una mano grande, una manaza; un yogur superexquisito, un yogurazo (oído en un anuncio de yogures)…

Pero también existe la posibilidad de utilizar el sufijo -ón, -ona. Así, un chiquillo más que inocente será un inocentón; una mujer que se pasa de pícara, una picarona; un bebé que no veas qué cantidad de caca hace, un cagón…

A mí, este segundo sufijo me gusta mucho más que el primero, da mucho más juego. Existen en español un montón de palabras que terminan en -ón, pero que no son necesariamente aumentativos. Acabo de utilizar una, montón, y a nadie se le ocurriría pensar que se trata de un aumentativo… a menos que uno sea un ludolingüista redomado y se divierta buscándole cinco pies al gato, como es el caso de quien esto suscribe.

En Una patilla es una pata corta (junio 2013), ya mencioné los malentendidos que pueden causar aquellas palabras que tienen apariencia de diminutivo, pero que no lo son. Y daba unos cuantos ejemplos: colilla, carrillo, gatillo…

Aquí se trata de lo mismo, pero presentado de otra manera. Mira los aumentativos que se pueden crear para describir determinadas situaciones:

-       Si mi hermana lee mucho, ¿es una leona?
-       Si un banquero tima mucho, ¿es un timón?
-       Si un macarra zurra mucho, ¿es un zurrón?
-       Si soy más vago que la chaqueta de un guardia, ¿soy un vagón?
-       Si salo las comidas más de la cuenta, ¿soy un salón?
-       Si tiro muchas cosas, ¿soy un tirón?
-       Si cojo muchas cosas, ¿soy un cojón?
-       Si mi perrita ladra mucho, ¿es una ladrona?
-       Si un carnero bala mucho, ¿es un balón?
-       Si soy la mar de grosero y basto, ¿soy un bastón?
-       Si un buzo es enorme, ¿es un buzón?
-       Si no hago más que peerme, ¿soy un peón?
-      

¡Da rienda suelta a tu imaginación y verás cómo encuentras palabras a las que dar una nueva vida en tus conversaciones!

miércoles, 11 de septiembre de 2013

Trikete o malvonda

Las palabras tienen carga semántica: significan algo. Ese significado actual probablemente será el resultado de una carrera vital que empezó mucho tiempo atrás, cuando la palabra fue creada (o importada, copiada, incorporada…) por los hablantes, y se desarrolló en varias etapas, según el uso o no uso que le fueran dando. Al final, las palabras que usamos en la actualidad tienen un significado (en muchos casos, varios). Pero, no solo…
Las palabras también suenan, tienen un sonido que las caracteriza. Sonido que también se ha ido formando en esa carrera vital de la que hablo. Y los sonidos tienen significado. Y no me refiero aquí al sonido de un cristal que se rompe, al chirrido de un coche que frena en seco, al estallido de un disparo… que todos identificamos nada más oírlos. Me refiero a que, por ejemplo, no suena igual una palabra con íes y es que otra palabra con aes y oes, o una palabra con tes y cas que otra con emes y des.
Veamos un ejemplo: trikete y malvonda. Estas dos palabras, inventadas las dos, transmiten cosas diferentes precisamente porque suenan de forma diferente. Contéstame a una pregunta: si te dijera que cada una de estas dos palabras designa una de las dos figuras de abajo, ¿qué palabra dirías que corresponde a cada figura?
No, no me lo cuentes. Ya sé la respuesta.
Haz la prueba con tus conocidos. Te garantizo un resultado idéntico.

miércoles, 4 de septiembre de 2013

Palabras embarazadas

Me lo acabo de inventar. No sé si algún ludolingüista lo habrá definido ya, pero es lo de menos. Una palabra embarazada es aquella que contiene otra palabra en su interior. Por ejemplo, interesante, que está 'embarazada' de Teresa.

Se trata de un juego lingüístico como cualquier otro, solo que diferente y un poquitín complicado. Sobre todo si, además, buscamos que las dos palabras tengan relación entre sí. En el caso del ejemplo anterior, podríamos decir que alguien que lleve el nombre de Teresa siempre estará rodeada de cosas interesantes.

¿Más ejemplos? Pues veamos este otro: ¿de dónde podía haber salido el tan loado futbolista Iniesta más que del Miniestadi del Barça?

Otro: ¿cómo queremos que el deporte sea limpio si lleva incrustada la EPO en sus genes?

Y, ¿qué me dices de Alicia, siempre maliciando y recelando de todo?

En fin, no es sencillo encontrar palabras embarazadas. Se requiere paciencia y estar ojo avizor. Pero, cuando llega la recompensa, la satisfacción es muy grande.


miércoles, 28 de agosto de 2013

El siglo de las siglas

Si algo caracteriza esta época que estamos viviendo desde un punto de vista lingüístico, es la superabundancia de siglas. Tan es así, que incluso existen diccionarios exclusivamente de siglas. En el siglo pasado y en lo que llevamos de este, han proliferado tanto las siglas que también han llegado al entorno personal. Ya no solo se utilizan para nombrar instituciones o sociedades de denominaciones más o menos largas (ONU, RENFE, RAE…), sino que también se usan para firmar los correos electrónicos: un conocido mío firma vs, así tal cual, en minúsculas. Se llama Vicente y su apellido empieza por s, claro.

En español, algunas siglas se leen como si fueran una palabra, como las tres del párrafo anterior. Otras se deletrean, como UGT, TVE, TNT… Y algunas de las que se deletrean, al final, de tanto como se usan, terminan escribiéndose como si fueran una palabra. Es el caso de:
Oenegé: ONG (organización  no gubernamental).
Elepé: LP (long play o disco de larga duración).
Dedeté: DDT (dicloro-difenil-tricloroetano).
Penene: PNN (profesor no numerario).

Además, algunas personas van más allá que mi conocido vs en eso de las firmas, y llegan a ser más conocidas por sus siglas deletreadas que por sus nombres y apellidos reales. Es el caso del ilustrador y humorista gráfico Ceesepe (CSP: Carlos Sánchez Pérez). Y tendencia parecida se da también en algunas denominaciones de establecimientos comerciales. En mi barrio, por ejemplo, hay uno que se llama Eleeme Estética y Peluquería.

No sé. Quizá dentro de algún tiempo no muy lejano, esos personajes públicos que se hacen llamar Pedro Jota, Eva Hache y similares, pasen a ser conocidos simplemente por Pejota, Ehache... Veremos. Todo se andará.

miércoles, 21 de agosto de 2013

Aurelio y el murciélago

Un vecino mío se llama Aurelio, lo cual es bastante singular. No porque Aurelio sea un nombre poco corriente en estos tiempos, que también, sino porque —y es lo que aquí me interesa destacar— es un nombre que contiene las cinco vocales sin repetir ninguna.

Eso de buscar palabras pentavocálicas es uno más de los entretenimientos que nos proporciona el español. Y es muy gratificante cuando encuentras alguna que cumple esa condición. Y si encuentras varias, que además tienen algún tipo de relación entre sí, pues ya ni te digo.

Es el caso, por ejemplo, de otros antropónimos muy poco corrientes en la actualidad, por no decir totalmente desconocidos para la mayoría de la gente: Eudoxia, Eufrasio, Eulogia, Eustasio, Eutropia, Gaudemio, Gaudencio, Gauderico, Laurencio, Laurentino…

Pongo todos los que he encontrado, aunque es posible que haya más. Todo es tener los ojos abiertos para no dejar pasar las oportunidades que se presenten. ¡Ah! Y no vale hacer trampas. No se admiten los diminutivos (nada de Manuelito, por ejemplo), ni tampoco que se repita una vocal (no vale Eustaquio, pues).

Claro que no hay ninguna obligación de circunscribirse a los nombres propios. También puede uno ampliar la búsqueda a los nombres comunes: murciélago, eucalipto, centrifugado, autocine…

¡Inténtalo! Las pentavocálicas están ahí... a tu alcance.

miércoles, 14 de agosto de 2013

Estacionar el auto

Era un día de primavera. Frente a la entrada de mi casa, en la acera, una madre trataba de razonar con su hijo pequeño para que siguiera caminando. El nene estaba de pie, agarrado a su silla, y se había parado a mirar hacia la calle donde un vehículo se estaba moviendo. En su lenguaje infantil, el niño le preguntó a su madre que qué estaba haciendo. La madre le contestó:

El auto está estacionando.

A mí, la verdad, me sorprendió la respuesta. Y no porque no fuera cierto lo que decía la madre, sino porque yo lo habría dicho de otra forma:

El coche está aparcando.

A mí me habría salido así, de forma natural. Y me imagino que a esa madre también le había salido su frase de forma natural. Por supuesto, por el acento se podía intuir que no era española; argentina, quizá; sudamericana, seguro.

Y es que, como ya he mencionado aquí en otras ocasiones (ver Ameritar, mayo 2013), somos tantas las personas que hablamos español y tantos los acentos, que una misma cosa se puede decir de múltiples maneras… y hay muchas probabilidades de que todos lo entendamos.

En este caso que nos ocupa, unos hablarán de coche; otros, de auto, y otros, de carro…; unos dirán aparcar; otros, estacionar, y otros, parquear… Y todos nos entenderemos… y nos sorprenderemos de la extraña gran riqueza de esta lengua española tan de todos.